viernes, 10 de febrero de 2017

EL RE-ENCUENTRO

     Hoy, todo ha vuelto a comenzar. Como una gigantesca piedra rodadora o como un verano, lento pero eficaz, todo llega. Y aquello que parecía tan lejano, ya está aquí. Hoy he hecho mi primera clase de spinning. Aún no puedo correr (el impacto sería excesivo), pero con la bici estática puedo pasar este mes. Y quién no dice que algún día, no me ponga el cullote de invierno, la chaqueta gorda y salga a dar alguna vuelta, que vuelva a tener la sensación de rodar por el asfalto, traidor y agradecido a partes iguales. Ganas tengo, y es evidente que algún día debe de ser el primero. Pero lo bueno es que por fin, de una manera o de otra, ya puedo recoger las cosas de donde las dejé.

     Lo primero que hago es comprobar que todos los gadgets, toda la cantidad de zarrios que utilizamos para nadar, correr e ir en bici, están en perfecto estado de revista. Sí, parece que han pasado estos casi tres meses muy placenteramente. Ahí siguen todos.

    Luego buscar el reloj, mi querido reloj Garmin, compañero fiel y exacto de mis entrenamientos, de nuestros retos. Claro, está sin batería, el pobre. Me da hasta pena el desamparo en que lo he tenido este tiempo. Cuando se carga, lo primero, allá donde van los dedos, puro instinto, es a los totales. Estos son los totales desde el 1 de enero de 2016 hasta el día del accidente (cómo olvidarse del 19 de noviembre de 2016, day, when I was re-born).

Carrera: 1.309,87 km
Bicicleta:3.635,87 km.
Nadar: 91,51 km.

     Y claro, con el reloj en la mano, cómo no ir a los momentos, a esas grandes jornadas, que conforme iban llegando, todo iba perdiendo importancia, todo se diluía igual que en la película: “como lágrimas en la lluvia”, y sólo el objetivo, o bien el correr, o el nadar o el ir en bici, o las tres cosas juntas, eran lo importante. A medida que voy pasando pantallas en el Garmin, se va deslizando, imagen a imagen, todo el año pasado.
   
     En febrero, nada más empezar el año: la H2O, esa curiosa carrera de Castellón que si te juntas 8 o más te dan un jamón. Ya sabéis lo afables que somos nosotros con los eventos que reparten jamones. Incondicionales, vamos. Tampoco este año bajé de los 40’ en los diez kilómetros. Me parece que este reto lo tendré que dejar para otra reencarnación.



     Muy pronto llega el maratón de cada año. Marzo. Este año tocó la Maratón de Barcelona. Mi mejor cronómetro de todos los tiempos (como dicen los profesionales) 3H 25’ 26’’. Lo más importante, bajar de los 5’ en un maratón. En concreto, a 4’ 52’’ el kilómetro. Siempre inseparable de Olga. Un lujo compartir aficiones.



     Pequeño descanso, y con el buen tiempo llegan los triatlones. Tengo programados tres olímpicos. El primero en Castellón, a principio de julio, luego el de Gavà y el objetivo final, allí donde tengo puestas las expectativas, donde todo va a resumirse en las poco más de dos horas que tardas en llegar a la meta: el triatlón olímpico de Barcelona, en octubre.  Recordaros que el triatlón olímpico son 1.500 metros nadando, 40 kilómetros en bici y 10 kilómetros corriendo, por este orden (y seguido, claro). Y recordaros también que el triatlón es ese deporte yonki, ese deporte que engancha a los que llevamos algún tiempo corriendo, que nos gusta mucho ir en bici y que, además, no se nos da mal del todo el nadar (en mi caso porque nadé de crío y porque he tenido la suerte de vivir siempre muy de cara al mar).





     Dejadme que me luzca un poco. En este último triatlón, en el de Barcelona, por las playas que conozco casi cada grano de la arena, por las calles que estoy harto de correr, por sitios muy familiares llegó el mejor momento deportivo del año. Décimo en la categoría entre 45 y 50 años. Un éxito que quieras que no, sienta bien: sin duda, es el recuerdo que más me ha acariciado la memoria en estos meses de parón.



   Y por supuesto que no quiero (ni puedo) olvidarme de otros eventos que fueron muy entrañables durante el año.

   Primero, nuestro momento grande, cuando Jarra y Pedal se pone de gala y sale a dar una “vueltecilla” por las carreteras de la zona: nuestra querida Bestia.



   Otro grande de la temporada, la Behobia. Esa carrera que es la madre de todas las carreras. No hay nada que se le parezca. Formas parte de un espectáculo. Correr, aquí sí, es un verdadero placer. Pero para espectáculo, la jarra de después. Igual que faltan palabras para explicarlo, falta mesura para vivirlo.



     Y por último, cuando sin pensárnoslo mucho, de la manera que se hacen las cosas que dejan huella, el primer fin de semana de septiembre, nos cogimos el coche y nos fuimos con las bicicletas para el Pirineo. 120 kilómetros, con dos puertacos de esos de más de 10 kilómetros cada uno. La Cerdanya cicle tour. Unas siete horas pedaleando. Inolvidable.





     Pero si alguna cosa se hizo inolvidable fue la preparación, la semana de antes, en Cuevas de Cañart. Un lujo.



     Bueno, este ha sido un repaso rápido, somero al contradictorio año 2016: un año de alegrías y de penas en lo personal; un año de grandes victorias y de derrotas importantes, pero un año que ha pasado, como todos, y que he querido compartir con vosotros desde el ahora, desde este momento en que ya se vislumbra, en que por fin se perfila con líneas de trazo grueso, un porvenir. Un abrazo a todos. Mucha bici.



5 comentarios:

  1. La victoria, o la derrota, están siempre dentro de uno mismo.

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  2. Muy grande Lazaro digo Mons. Para el verano nuevo.

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  3. Cómo me gusta leerte.Ahí estás de nuevo. Campeón

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  4. En poco rodando de nuevo... sin rodillos. Esperamos esas crónicas de una sola jornada!

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  5. Aunque llego tarde con el comentario, "nunca es tarde si la dicha es buena".
    Eres tan buen narrador como buen deportista y eso dice mucho de tu personalidad, perseverante y serio.
    Un abrazo

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